propositos-2023

3 propósitos  ecológicos para 2023

A menudo oímos que un nuevo año significa un nuevo comienzo, nuevos hábitos. Cada año nos preparamos una lista de buenos propósitos que estarán olvidados en febrero. Da igual, os propongo de intentarlo para 2023, con unos buenos propósitos ecológicos, porque el planeta se lo merece. 3 buenos propósitos que sean alcanzables, para no desanimarnos la semana que viene, y sobre todo que tengan un impacto real, porque sí, hay acciones que cuentan más que otras.

Ya he hablado de la famosa teoría del colibrí en este blog, y he explicado por qué no creo realmente en ella. 
 
Para mí, los pequeños gestos no bastan, es sobre todo la toma de conciencia colectiva y las políticas públicas a gran escala las que harán mover las cosas. Sin embargo, contribuyen a cambiar las cosas, y entre estos pequeños gestos hay algunos que tienen más impacto que otros. Por ejemplo, clasificar tus correos electrónicos o comprar pajitas de bambú está bien, pero esto no cambiará el mundo, ¿no crees?
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1 – Cambio mi manera de comprar

Primera costumbre que puedes adoptar en 2023: comprar de segunda mano. Cuando compramos de segunda mano, evitamos nuevos residuos, contribuimos a evitar también gastos de energía, agua, materias primas y transporte, todo lo que fue necesario para fabricar este nuevo producto. Basta con echar un vistazo a los portacontenedores que llegan cada día de Asia para entender rápidamente de qué estamos hablando.

La segunda mano cumple todos los requisitos: es ecológica, permite ahorrar dinero… además hoy en dia se puede comprar casi todo de segunda mano: ropa, juguetes, decoraciones…
No lo dude más, comprar de segunda mano es realmente un hábito fácil de instaurar, y al mismo tiempo también nos permite cuestionarnos en profundidad nuestras compras y nuestras necesidades: como tienes que buscar un poquito más para encontrar lo que quieres comprar, pues te lo pienses más y te preguntas si realmente lo necesitas…

2 – Desplazarme… de otra manera
La segunda propuesta, que es más una toma de conciencia que un esfuerzo concreto, consiste en reflexionar sobre nuestros transportes. Si vives en una zona bastante rural, es casi imposible olvidarte del coche, para ir a trabajar, llevar los niños al cole o irte de compras.
 
El transporte público solo está  desarrollado en las zonas centricas… la bicicleta, no es siempre práctico en función de la distancia… el teletrabajo… igual, no es siempre posible.
El transporte es un gasto de carbono muy grande. Representa casi 30% de nuestras emisiones, es enorme. Y es importante para nosotros ser consciente de esto. En nuestros desplazamientos diarios, si no podemos dejar el coche en casa, ya podemos intentar racionalizar nuestros viajes. Si tiene que ir a una zona determinada, ¿por qué no combina varias actividades o varias compras allí para no tener que volver rápidamente? Evidentemente, compartir coche también es una solución bastante fácil a organizar, sobre todo entre compañeros de la misma empresa.
 
Luego están los viajes de ocio, los trayectos más excepcionales… y viene la polémica del avión, gran generador de carbono. Para que tengas una idea, se considera que un pasajero de avión emite 285 gramos de CO2 por kilómetro, frente a 158 gramos en coche y sólo 14 gramos en tren.

Lo que me molesta un poco en este debate es que el avión…  es un problema de gente que no tiene problemas… cuando lo pienses es un transporte super privilegiado.

Se calcula que sólo el 11% de la población en Europa viaja en avión regularmente a lo largo de un año, es a decir, al menos una vez al año o más. Mientras tanto, el 33% de esta misma población declara que nunca sube en un avión. Por eso me molestan un poco los discursos muy culpabilizadores dirigidos a las familias con pocos recursos por ejemplo, que viajan en avion una vez cada dos o tres años despues de haber ahorrado todo este tiempo para ofrecerse este viaje… Creo que esta polémica concierne sobre todo a las personas acostumbradas a viajar mucho,  los que viajan para sus negocios, o también ciertas personalidades públicas. Por supuesto, esto no impide que nos hagamos preguntas sobre este tema, y que posiblemente elijamos el tren para nuestras vacaciones o fines de semana si tenemos la posibilidad.

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3 – Y dentro de mi plato…
Última resolución posible para 2023, con un impacto considerable en el medio ambiente… ¡y esto no es obvio para todo el mundo! Es reducir tu consumo de carne. Deliberadamente no hablo de eliminar la carne de la dieta, porque este tema es muy delicado, pero sí de reducirla, porque al reducir y racionalizar el consumo de carne ya se está haciendo un gesto enorme por el planeta. Algunas cifras para entenderlo bien…
 

Según Oxfam en Naciones Unidas, la ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y los ¾ de estas emisiones se deben sólo a la ganadería bovina. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra representa más que la totalidad del transporte mundial. Otro punto: el 70% de la superficie agrícola mundial se destina a cultivos para alimentar a los animales, por lo que en términos de deforestación el impacto es colosal. Y también en términos de derechos humanos, porque las poblaciones que sufren malnutrición no son las que tienen acceso ilimitado a las costillas de ternera, creo que eso por lo menos está claro para todos… Así que… sí, también hay que pensar en una mejor distribución de la tierra cultivable en el mundo y, sobre todo, en la exportación de lo que se cultiva.

Cuando hablamos de comer menos carne, inmediatamente la gente se dice… “sí, vale… pero estamos negando nuestros orígenes de cazadores prehistóricos…” Salvo que en el Paleolítico comíamos mucha menos carne, y teníamos que ir a cazarla nosotros mismos. En 2023, el equivalente a campos de fútbol de la Amazonia será arrasado para plantar soja transgénica, empapada de pesticidas, y para alimentar al ganado hacinado en granjas industriales. Así que es hora de ponernos un poco serios y alejarnos del lado emocional de este debate. Comer menos carne también puede significar comer poca carne pero de mejor calidad, local, ecológica… y de paso también es bueno para nuestras arterias, así que al final… ¿Es tan complicado cambiar lo que hay en tu plato?…¡Piénsatelo!

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